No hay #pareja en este #mundo que NO haya tenido que #perdonar. No hay pareja en este mundo que NO haya tenido que ser perdonado. Es uno de esos #procesos de vida que ignoramos y evitamos, pero que son #necesarios para nuestro crecimiento y salud #emocional. En mi humilde opinión, perdonar nos #libera, pero el ser perdonado, nos libera aún más. ¡Solo pregúntele en el cielo al ladrón en la cruz! Nadie desea vivir con un peso emocional que deteriora nuestro ser al pasar los minutos y las horas.
Ahora bien, cuando se perdona de la manera correcta y con una intención legítima, los resultados son gratificantes. ¿Por qué? Porque el amor de #Dios nos abraza y comenzamos a ver a nuestra pareja como a un ser humano imperfecto. Cuando idolatramos a nuestra pareja como “perfecta” o lo “más supremo” en nuestra #vida, estamos propensas a sentir las ráfagas de su humanidad. En ocasiones, su “humanidad” florece de manera adrede, y en otras, con intención y alevosía. Claro, nadie piensa en la #realidad de las relaciones en las que nos envolvemos. No todas son color de rosa, en todas no hay un príncipe o una princesa amorosa que se desvive por vida una relación estable y en crecimiento. A veces las espinas también se avecinan, y es necesario entrar en la azotea, para experimentar el #perdón.
El #matrimonio requiere perdón constante como una expresión de #amor incondicional, reflejando el amor que Dios tiene por nosotros. El perdón fortalece el vínculo matrimonial al recordar que el amor no guarda rencor. 1 de Corintios 13:5 dice: "El amor... no guarda rencor." Difícil, ¿no? Difícil es tener un sentimiento contrario a lo que la Palabra nos pide cuando tenemos una herida o un dolor en el corazón. El resultado de nuestra rebeldía contra la Palabra será un mayor dolor, no solo emocional, pero espiritual.
Entonces, veamos el perdón como un acto #incondicional de amor, no a través de nuestros ojos físicos y limitados, sino a través de los ojos de Dios, quien, sin nosotros merecer el perdón, NOS PERDONÓ.
Un abrazo,
Dra. Dórily
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