
Cuando no amamos ni valoramos a quienes vemos al espejo, a quienes vestimos ni a quien “cuidamos”, somos víctimas, propensos a caer en las “manos” de la complacencia. ¡Nosotros mismos nos victimizamos! No son los demás como pretendemos establecer a través de las conversaciones y los posts en las redes sociales. Nos perdemos dentro de las emociones, buscando la aceptación de los demás, complaciéndolos por encima de lo que deseamos y pensamos. Entonces dirás, ¿Qué de malo hay en complacer a los demás? Nada en lo absoluto, siempre y cuando no estés perdiendo un pedacito de ti en el intento. Esto sucede cuando valoramos más a los demás y nos convertimos en marionetas. ¿Marionetas de quién? De nosotros mismos, pues nos desprendemos de lo que nos llena, por llenar a los demás. Soltamos nuestras seguridades para aplaudir las inseguridades de los demás. Nos despojamos de nuestra esencia, para darle identidad a los demás.
Nos mentimos para saciar la necesidad de grandeza de los demás. Y así, podríamos anotar muchísimas otras acciones en las que nos despojamos para “vestir” las emociones de quienes amamos o decimos amar.
¿Dejaste de ser tú para complacer? Por favor ve y mírate en el espejo, anda, ve y mírate. ¡No tengas vergüenza! Ahora frente a este aparato que evidencia nuestras imperfecciones, exprésale a tu ser interior…
¡No dejes de ser, para complacer! Abrázate fuerte y continuemos…
¡Un abrazo!
Dra. Dorily
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